Es tiempo de que todos los cristianos y personas de buena voluntad salgamos del silencio que nos hace cómplices de violaciones graves a la moral y la justicia, que hagamos valer nuestros derechos.
*Julia Regina de Cardenal, columnista de EDH
Es insólito que las personas que llegan al poder en el gobierno se olvidan que ellos tienen la obligación de respetar los valores y la identidad cultural de su pueblo. Creen que estar en puestos importantes les da derecho a crear leyes --desviando de su ordenación recta-- que no son apoyadas y aceptadas por la mayoría de la población.
De igual forma, es ridículo que los cristianos que creemos en la democracia y respetamos la ley, tengamos que mendigar constantemente a las autoridades para que no aprueben leyes gravemente injustas o inmorales.
Hace unos días, en la Asamblea Legislativa el diputado Sigfrido Reyes presentó una pieza de correspondencia pidiendo la ratificación del "Protocolo Facultativo" de la Convención para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés).
Si bien los cristianos creemos y apoyamos la defensa de los derechos de la mujer, sabemos que este Protocolo es un instrumento inventado por organismos internacionales pro aborto, antifamilia, antimaternidad, manipulando los problemas reales de la mujer.
La CEDAW es ley del país desde hace muchos años, pero para poder manosear esta convención, crean un Protocolo que faculta a un "Comité de seguimiento" que ha pedido --a los países que lo han ratificado-– que legalicen el aborto, la unión de personas del mismo sexo, la prostitución y hasta que se elimine la celebración del Día de la Madre.
Según el art. 7 del Protocolo, las "recomendaciones" del Comité serían obligatorias para los firmantes del mismo, forzándolos a modificar su legislación interna, incluso su Constitución. Asimismo, el art. 17 del Protocolo dice que no se aceptarán reservas, entregando nuestra soberanía nacional a grupos con su propia agenda, que no conocen nada de nuestra idiosincrasia.
Es asombroso cómo los diputados que dicen indignarse en contra de la ingerencia internacional, son los mismos que pretenden que aceptemos un "comité de seguimiento" de extranjeros que interprete una ley vigente, como si no hubiera salvadoreños profesionales capaces de hacerlo.
El Protocolo es opcional, es decir que no hay ninguna obligación jurídica de ratificarlo, ni afecta el cumplimiento de la CEDAW, por lo cual es absurdo pedir ratificar algo que sabemos violaría nuestras leyes.
Además, este mes en Nueva York, en la 54 reunión del Comité del Status de la Mujer, la embajadora de la misión salvadoreña en la ONU, dijo en su discurso estar de acuerdo con la creación de GEAR, una agencia que pide un presupuesto inicial de $1,000 millones anuales, que irá incrementándose. Si no tenemos suficiente dinero para llevar agua, electricidad, medicinas a todas las familias salvadoreñas o para controlar el crimen, etc. ¿Cómo podemos comprometernos a pagar miles de dólares anuales para más burocracia en la ONU, que en numerosas ocasiones ha sido cuestionada?
Ha llegado el momento para que todos los salvadoreños nos unamos para exigir a nuestros gobernantes que respeten la voluntad mayoritaria de la población NO ratificando el Protocolo Facultativo de la CEDAW; ratificando los artículos 32, 33 y 34 de la Constitución que definen el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, honrando su palabra empeñada. Que defiendan la vida de TODOS los ciudadanos, el matrimonio y la familia, la moralidad y los derechos de los padres como primeros educadores de sus hijos. Y que usen los fondos del Estado para nuestras necesidades, no para pagar a burócratas extranjeros.
Es tiempo de que todos los cristianos y personas de buena voluntad salgamos del silencio que nos hace cómplices de violaciones graves a la moral y la justicia, que hagamos valer nuestros derechos. Que la consecuencia para los funcionarios públicos al no escuchar la voz de su pueblo sea el repudio a la hora de votar. Que sepan que estamos de acuerdo en dar al César lo que es del César, pero nunca daremos al César lo que es de Dios
