¡UNETE YA!

1 mar 2010

EL COMUNISMO ACECHA

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“Debemos advertir que un príncipe nunca debe hacer alianza con otro más poderoso que él para atacar a un tercero, a menos que sea absolutamente necesario, porque si el más fuerte vence, serás prisionero suyo.” (Nicolás Maquiavelo, “El Príncipe,” capítulo XXI, pág. 106.)

El gobierno del FMLN presidido por Mauricio Funes cumplirá nueve meses el próximo 1.º de marzo y es una historia de muchos fracasos y muy pocos aciertos. Los principales fracasos se gestan desde la alianza misma con el FMLN, la falta de alianzas que le permitieran tener una base propia de apoyo al presidente y la ineptitud de la gran mayoría de sus ministros y funcionarios principales en todos los campos que le competen al ejecutivo, además de la inexperiencia del mismo presidente Funes y su gran intolerancia y arrogancia que no le permite ver que necesita ayuda a “gritos”.

La gran popularidad del presidente Funes, en sus primeros meses de gobierno, ha estado basada en su enfrentamiento con los dirigentes del FMLN, personificados principalmente por el vicepresidente Sánchez Cerén y en la benevolencia de la población que comprende que recibió una situación complicada que era difícil resolverla en poco tiempo. Además del discurso, cada vez más trillado, de los 20 años de gobierno de ARENA.

En la medida que los meses han ido pasando, ha ido quedando claro que el presidente ha sido incapaz de enfrentar problemas que golpean a diario a todos los salvadoreños como el de la delincuencia y la inseguridad y el del fuerte desempleo producto de la incapacidad de enfrentar la crisis económica. También ha quedado claro que el FMLN tiene un plan muy bien definido del país comunista que quiere construir y que lo hará con o sin el consentimiento del presidente Funes.

Al no haber podido comprender rápidamente su posición de debilidad ante el FMLN, al no haber hecho alianzas con otros sectores de la sociedad que le hubieran permitido balancear el poder con el que ya contaba el FMLN, el presidente Funes parece haber aceptado que no le queda otro remedio, por convicción propia o por necesidad política, que ceder a las presiones y ambiciones políticas y económicas de la dirigencia del FMLN.

Hoy vemos como el vicepresidente viaja por todo el mundo comunista, como si fuera el canciller de la República y fortalece los lazos políticos, de seguridad y financieros del FMLN con el presidente Chávez de Venezuela y Castro de Cuba, mientras el presidente Funes invita al presidente Lula, de Brasil, antes que salga del poder, para tratar de revitalizar una imagen menos ortodoxa y pragmática, pero que en el “territorio” no representa nada.

El FMLN controla todos los ministerios “territoriales” como el de educación, salud, obras públicas, seguridad, gobernación, policía, medio ambiente, Organismo de Inteligencia del Estado, y otros con los que viene desarrollando una fuerte labor de construcción del comunismo que siempre quisieron implantar en el país.

El presidente, por el otro lado, se ha quedado con todos los ministerios del área económica, con ministros que eran la esperanza de muchos, pero que a la larga han demostrado que no tienen capacidad para generar la confianza que se requiere para que el país salga de la gran recesión en la que continúa sumido al día de hoy. Los mensajes de los ministros de Economía, de Hacienda y del secretario técnico han sido tan negativos que el país seguirá en recesión mientras otros países de la región comienzan a salir de su recesión.

La población irá despertando poco a poco al ver que otros países van resolviendo sus problemas mientras El Salvador se sumerge en una grave crisis política, de seguridad y económica, llevando al presidente a refugiarse en Casa Presidencial, a que caiga fuertemente su popularidad, como le ha ocurrido a Obama y eso permitirá al FMLN obtener más poder y prepararse de una mejor forma para las elecciones del 2012. Esto es lo peor que le puede pasar al presidente Funes y al país.

Ante este panorama, la inexistencia de una oposición política y la ingenuidad de muchos grupos de poder nacionales, ¿qué podemos hacer y qué debemos hacer los que no queremos el comunismo en nuestra patria? Eso lo conversaremos la próxima semana en este mismo espacio.

*por Luis Membreño para LPG

LOS DIASPOROSOS

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Los salvadoreños que nos fuimos vamos a seguir reclamando el lugar que por derecho nos corresponde en este país.

Es un arte discutir ideas. Y es un arte productivo que tiene la posibilidad de hacer crecer a todas las partes, tanto en conocimiento como en entendimiento y comunicación. No se requiere educación formal ni tampoco un vocabulario elevado y menos la maestría del lenguaje, del estilo, de la gramática. Se requiere sí un argumento, capacidad crítica y la voluntad de reconocer al otro como interlocutor. No siempre se aprende en un aula, la discusión de ideas es parte de una cultura. Desafortunadamente a veces, se vuelve un juego solitario ante una pared sorda donde sólo responde el eco. Con mayor frecuencia las oportunidades para discutir ideas se pierden en medio de ataques personales, ataques dirigidos a la persona que habla, ataques que rompen la capacidad de comunicarse, el diálogo.

Si lo sabremos los salvadoreños que nos fuimos.

Muchos de los salvadoreños que llegamos a los Estados Unidos fuimos recibidos, a veces muy solidariamente, como refugiados. Y hemos sido y gran parte de nuestra comunidad sigue siendo todavía una comunidad de refugiados. Es decir, aquellos seres que habitan más allá de los límites de la nación, a los que todo mundo culpa por los problemas económicos, los que mantienen limpias las ciudades, cuidados los jardines, mantienen las casas de los grandes vecindarios en buen estado, dan amor a los hijos ajenos, y siguen siendo invisibles. Y como comunidad de refugiados hemos necesitado ayuda y se nos han tendido muchas manos.

Sin embargo, lo que podíamos lograr cuando solamente éramos una comunidad de refugiados era limitado. Y de hecho, nuestra caracterización como una comunidad de refugiados poco a poco va perdiendo espacio en la realidad a medida que nos vamos involucrando en actividades que ya no son las actividades características de los refugiados: nos convertimos en artistas, en historiadores, en críticos culturales, en abogados, en comunicadores, nuestro papel pasa de ser objetos del estudio y objetos del discurso de los demás, y tomamos la voz, escribimos nuestras propias historias con nuestras propias palabras, nos embarcamos en discusiones teóricas, transformamos a nuestras comunidades. Y a medida que tomamos la palabra, siempre nos encontramos en el camino a alguien dispuesto a decirnos que no estamos representando nuestro papel de refugiados apropiadamente. Detrás de ese argumento hay prejuicios que se ocultan entre líneas, prejuicios que rezan: “Un refugiado nunca habla. Soy yo quien habla por el refugiado. Si el refugiado hablara, ¿cuál sería mi papel entonces?”

Pero aquel que era refugiado habla y el día de hoy lucha una batalla monumental por un proceso de legalización de su comunidad que le permita vivir con dignidad.

Los que se van del país también tardan en hablar con los que se quedaron porque hablar requiere un espacio de privilegio, requiere poder reflexionar. Primero tienen que encontrar una manera de viajar. Si tienen suerte viajan por avión, la gran mayoría tiene que encontrar una manera de emprender el viaje, de cruzar la frontera. Después hay que establecerse. Encontrar amigos y conocidos. Hacer nuevos amigos. Buscar un sitio donde vivir. Conozco lugares donde se alquila por $50 tres filas de ladrillos donde poner una bolsa de dormir y el derecho a usar el baño y la cocina. Por lo general un inmigrante recién llegado no puede vivir bien, tiene que enviar dinero a casa, cumplir la misión por la que vino, es lo único que podrá mantener su espíritu. Pero con el tiempo podrá encontrar mejores condiciones, mudarse a otro vecindario, conseguir un mejor trabajo, establecer una red de apoyo, crecer y organizarse. Un gran número de los salvadoreños que nos fuimos estamos organizados en grupos, comunidades, asociaciones de origen, instituciones y coaliciones.

Entonces nuestras remesas llegan también hasta aquí en forma de productos culturales, de propuestas, de ideas. Y a veces la respuesta desde aquí puede ser mucho más intolerante que la respuesta que a veces recibimos de las comunidades solidarias que nos acogieron allá aunque nos prefieran refugiados. A veces, cuando hablamos de la situación de nuestro país, el esfuerzo por descalificarnos va velado en la forma de un cumplido pero que realmente dice este ya no es tu país: “se te agradece el cariño que nos tienes a pesar de no estar tan cerca”.

A veces, cuando hablamos de la situación que la institucionalidad cultural del país atraviesa, tampoco se nos responde con ideas, ni con explicaciones, se responde con ataques a la persona, se nos caracteriza como “una diasporosa lloriqueando”.

Y nos responde también el silencio.

Pero los salvadoreños que nos fuimos nos hemos enfrentado ya con tantas paredes sordas. Estoy segura de que las remesas de ideas y de palabras van a seguir viniendo, que vamos a seguir reclamando el lugar que por derecho nos corresponde en este país, que vamos a seguir luchando por nuestro derecho a construir la memoria, es decir, ese espacio identitario que nos pertenece por igual a los salvadoreños que nos fuimos y a los salvadoreños que se quedaron.  

*por Beatriz Cortez, académica y columnista para ContraPunto 

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