¡UNETE YA!

26 mar 2010

VIOLENCIA, CRIMEN ORGANIZADO Y SEGURIDAD CIUDADANA

Para ganar la guerra se necesita una estrategia ofensiva. Es decir, atacar el cuartel general de crimen organizado, y el cuartel general del crimen organizado está en el interior de las instituciones financieras y sus representantes de cuello blanco.

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*Carlos M. Lobato para ContraPunto

A mi juicio, la violencia delictiva que angustia a los salvadoreños y ha puesto en jaque a la nación, tiene tres causas de fondo: la primera es de carácter histórico-cultural determinada por los orígenes y naturaleza colonial del país; la segunda tiene su fuente en la historia reciente de guerra civil y posguerra; y la tercera, por todos aceptada, en el crimen organizado, en particular el narcotráfico. Historia antigua y reciente convergen creando un fértil caldo de cultivo de violencia criminal que amenaza con sofocar la vida civilizada de la sociedad salvadoreña.

El Plan de Seguridad con el cual el gobierno piensa combatir el crimen organizado no contiene una estrategia capaz de restablecer el orden público y llenar el vacío político-institucional del Estado. Posee algunos aspectos positivos, pero es en su complejo, un programa defensivo que deja toda la iniciativa a los factores y sujetos de la violencia. Por supuesto, ante el caso delictivo concreto, tenemos que actuar con todos los medios civilizados y legales con los cuales nos es posible reaccionar. Sin embargo, reaccionar es siempre una respuesta (un “post factum”) a un delito que se antepone en el contexto social de un clima delictivo que lleva la iniciativa. En este sentido, el programa anti-violencia del gobierno va a la zaga de los hechos.

Se puede decir en su favor, que es al menos una propuesta. Insuficiente, pero una propuesta. Ya que no obstante la gravedad de los hechos, ideas sobre cómo hacerle frente al problema, públicamente se conocen pocas. Excepto las de siempre, “¡represión, represión y más represión!” , o las arrogantes e hipócritas afirmaciones de ANEP, que a través de su vocero Araujo Eserski, exigen del recién llegado gobierno, un cese sin demora de la violencia y que se imponga “immidiately” el orden público. Y por el mismo estilo, el vocero de la Cámara de Comercio, Daboub, que añade el descaro de justificar el pago de impuestos, con el hecho de que los planes del gobierno sean o no sean de su delicado gusto.

Se expresan como si ellos mismos no tuviesen grave responsabilidad en el desorden económico y social del país, habiendo durante decenios apoyado las políticas de corrupción e impunidad de ARENA, y en el mejor de los casos, manifestado indiferencia oportunista ante los efectos negativos que las políticas neo-liberales, hechas sólo para ventaja de la empresa privada, han tenido en la fase de la posguerra e inciden todavía en el devenir nacional. En veinte años ARENA ni siquiera fue capaz de ordenar el transporte público, o apoyando las alcaldías, o directamente, liberar el centro histórico de San Salvador. Ya no digamos problemas más complejos como generación de empleo, reactivación de una estructura productiva, suministro de agua potable, energía, sanidad, escolaridad y profesionalización.

En todo caso, de las tres causas que promueven activamente la violencia en el país, la que requiere una atención inmediata, es el factor crimen organizado-narcotráfico. A continuación mencionaré el concepto de las dos primeras causas, pero sólo posteriormente entraremos en el análisis respectivo. Inmediatamente me limito a trazar el perfil de lo que a mi modo de ver es la estrategia y táctica inmediata que el país necesita.

La causa histórico-cultural la determina el origen colonial del país. El proyecto colonial hispánico ha sido un proyecto de desigualdad social, fundando sobre férreas bases raciales. Dicho proyecto se habrá desteñido un poco, ocultado sus fines con falsos rituales como la independencia nacional, pero en esencia está más vivo que nunca porque ha mantenido su continuidad mediante las oligarquías de turno. Filosofía vuéltase sustancia y razón de ser de la neo-oligarquía financiera comercial que actualmente domina el país. La desigualdad de principio promueve la violencia, crea violencia, es en sí violencia. Contra ella necesitamos de un proyecto nacional de alcance generacional. Nos ocuparemos de delinear su problemática en un próximo artículo.

La situación de la posguerra está marcada por la irresponsabilidad del área del poder; la cual, en lugar de emprender una fase de reconstrucción e integración nacional, en particular buscarle una salida a los graves problemas socio-económicos dejados por más de un decenio de guerra, no tuvo otro empeño que darle rienda suelta a la propia codicia, auto-complaciéndose con la música ideológica del neoliberalismo. El FMLN tiene también alguna responsabilidad en el contexto de su papel de oposición; sin embargo, no se puede comparar con la adrede y sistemática política de saqueo y corrupción llevada a cabo por ARENA.

Pero bien, dejemos para más adelante a estos dos elementos históricos y veamos ahora con algún detalle, la cuestión del narcotráfico y crimen organizado.

En casi toda América Latina los carteles del narcotráfico se encuentran a la ofensiva. No existe una central internacional del narcotráfico que coordine sus políticas, pero han alcanzado un grado elevado de especialización, entre productores, transportadores, distribuidores, inversores, fuerzas paramilitares y hasta pueden las diferentes mafias enfrentarse entre ellas, con la misma ferocidad con la cual agreden a la sociedad civil y a la fuerza pública. Sin embargo, dado que persiguen los mismos objetivos, desde nuestro punto de vista (sociedad civil), se presentan como una fuerza unitaria.

El poderío del narcotráfico ha crecido a tal nivel, que en la fase actual, su objetivo es transformar su poder económico en poder político. Para lograrlo cuenta con dos tácticas, la primera es la corrupción. Infiltrar y corromper todo el área del poder, hasta lograr imponer sus propios representantes en los tres poderes del Estado, Medios de Comunicación, Producción y servicios, etc. La segunda táctica, partiendo del principio que el poder político nace de la punta del fusil, es atraer al ejercito y fuerzas paramilitares hacia un enfrentamiento general: su objetivo es demostrar que tiene suficiente potencia de fuego y capacidad de movilizar a gente armada como para poner en jaque al Estado. En caso que el Estado pierda el enfrentamiento, en el sentido que ya no sea capaz de mantener el orden público, se abre la posibilidad que el narcotráfico –como en México- busque la vía de la negociación para obtener el espacio político que necesita.

La ventaja estratégica del narcotráfico de cara al Estado, es su capacidad de “generar empleo”, en el contexto general de lo que se llama “economía sumergida”. Según los datos del PNUD, en El Salvador, entre desempleo 7%, subempleo 43% y empleo mal pagado 31% , que significa que no alcanzan a cubrir la canasta básica; en total el 81% de la población activa de El Salvador constituye un potencial ejército de reserva de los servicios –en diferentes niveles- del narcotráfico. Siempre según el PNUD, la tasa de subempleo entre la población de 15 a 24 años de edad, es del 50%. En cifras concretas los jóvenes entre los 15 y los 24 años conforman un millón ochenta y siete mil ciento siete almas (1’087’107), es decir, que más de medio millón de jóvenes en plena fuerza vital , más otros tantos cientos de miles en desempleo y empleos mal pagados, constituyen recursos potenciales del narcotráfico.

Excluyendo los 2,5 millones que vivimos en el extranjero, la población de El Salvador residente en el país, alcanza un total de 5,744,113. De este total, la población entre los diez y los 34 años, el estamento, no el único, que podemos considerar el más activo a la búsqueda de ganarse la vida está conformado por 2’ 653 593 de seres humanos, el 42 % de la población salvadoreña de entre ellos el 70 %, 1’857’515, vive en condiciones precarias. En El Salvador, a los diez años, un hijo del pueblo tiene que comenzar a “rebuscarse” sobre cómo sobrevivir o contribuir a la supervivencia de la familia, en su mayoría sin educación y tanto menos contando con una formación profesional.

Mario, un joven de unos 18 años, trabajando en una imprenta, con un pequeño sueldo, me cuenta que se lo lleva entero a su familia, compuesto de madre y cuatro hermanos en edades entre los 16 y 5 años. Pero él mismo, las más de las veces, trabajando nueve o diez horas diarias, a mediodía no puede comprarse algo para comer. He visto a un “cipote” de unos10 años, sentado en el borde un andén, comenzada la tarde, con la cabeza entre las manos, a un lado en el suelo, una pequeña canasta con dos limones, ni tan frescos, y una cebolla que ha tratado inútilmente de vender.

¿Qué puede impedir que jóvenes, o niños como estos, no caigan en pasto del narcotráfico, unirse a las maras y consumir o despachar droga ganándose buenos dólares? Lo único que podría impedirlo sería la existencia de oportunidades que les permitieran lograr una vida decente. Ahora bien, según los datos del PNUD, el índice del nivel de los salvadoreños en lo que respecta condiciones de vida en subempleo semejan al Gabón (Africa) país en el 119 lugar en la clasificación mundial y el de desempleo al de Botswana, país 124 en la clasificación mundial. No es un buen punto de partida, como tampoco las condiciones generales de movilidad social, fundamentalmente educación y profesionalización ofrecen una perspectiva real de superación. Para más de un millón de jóvenes, sólo hay dos perspectivas concretas: narcotráfico o emigración. La cuestión no es que hayan miles de jóvenes reclutados como mano de obra del narcotráfico o de maras dedicadas a actividades ilícitas. Lo que sorprende es que no sean cientos de miles.

Los Eserkis, Daboubs y otros semejantes en ANEP, CAMARA DE COMERCIO, ARENA y aliados del mismo tipo, esto lo saben muy bien. Medidos con la vara de cómo han dejado al país, se deduce que no tienen ideas, capacidad, conocimiento o interés en cómo enfrentar y resolver este problema. De hecho, en veinte años de monopolio de poder con su partido ARENA, han sólo empeorado la situación del país. Lo único que se les ocurre contra el crimen organizado es una “política de mano dura”. No se les pasa por la cabeza que los jóvenes y pueblo en general, cuando ya “no tienen nada que perder”, y por encima viven de la violencia, una violencia extremamente lucrativa, la sola violencia del Estado no puede disuadirlos de nada. Todo lo contrario, la convierten en un factor que juega a su propia ventaja. El ex presidente Flores, que se encuentra con una tasa de 6 homicidios diarios, y da el vía a la “brillante” idea de una política de mano dura, no hace más que subir dicha tasa a un promedio de 8 asesinatos diarios cuando deja la presidencia; y Saca, que tampoco superó el petulante micro-alcance intelectual de Flores, siguiendo la misma política, hacen que la tasa llegue a los 13 homicidios de hoy día. Las políticas de mano dura no dan resultado, sirven solamente para intentar hacerle creer a la sociedad civil que la derecha está haciendo algo contra el crimen, mientras continúan con las políticas de corrupción y saqueo de los recursos nacionales.

Las derechas en todo el mundo se asemejan. En Nueva York, Giuliani y su política de “cero tolerancia”, que en su tiempo fue aclamada por la derecha norteamericana, como el “non plus ultra” factor político anti-crimen; ahora se descubre que fue toda una payasada jugada en el contexto de relaciones públicas. Se falsificaron las estadísticas de disminución del crimen e incremento de la seguridad ciudadana. Por esta razón, deben comparecer ahora, ante los tribunales, el jefe de la policía y otros funcionarios de la época de Giuliani.

En el mejor de los casos, las políticas de mano dura son solamente un teatro montado con el fin de realizar mucha propaganda y obtener ventajas políticas.

Ahora bien, evitemos malos entendidos, las políticas defensivas serias, aplicadas para contener el avance del delito, son necesarias. Solamente que por sí solas no constituyen una estrategia para ganar la guerra contra el crimen organizado: representan solamente una táctica de contención. Para ganar la guerra contra el crimen organizado, se necesita una estrategia ofensiva, la cual no consiste en apalear gente, capturar a miles de marosos para luego no poder juzgarlos, etc. Capturar mano de obra del crimen organizado, marosos, cabecillas o capos, capos de capos, es necesario; mas no resuelven el problema, pues por cada uno de ellos que cae en manos de la ley, juzgado y condenado, hay otros tantos más que están listos para ocupar su lugar. Por supuesto es necesario hacerlo, pero no nos hacen avanzar mucho en una batalla que tiene que ser ganada por El Estado y la sociedad civil.

El actual gobierno Funes ha presentado un plan contra el crimen organizado. Sin embargo, no supera el carácter defensivo de los planes anteriores, y en este sentido, tampoco no supera de mucho los miopes planes de Flores y Saca. Tan es así que el ex viceministro de Defensa de Saca, Marco Palacios, en un artículo publicado por el Faro (14.02.2010) se mofa de que el “el plan no revela nada nuevo”.

Sin embargo, supongamos que el gobierno Funes implemente una coherente línea defensiva contra el crimen, que vaya desde las reformas al Código Penal, principalmente al procesal penal, reformas al sistema judicial, desarme general, creación de cuerpos especializados de policía bien pagados, reformas del sistema penitenciario, un departamento de investigaciones anti-corrupción, mejore el control sobre costas y fronteras, implemente un programa para la protección de testigos y sus familiares, etc. Todo ello, sería bueno, mas no sería suficiente para ganar la guerra contra el crimen organizado.

Para ganar la guerra se necesita una estrategia ofensiva. Es decir, atacar el cuartel general de crimen organizado, y el cuartel general del crimen organizado está en el interior de las instituciones financieras y sus representantes de cuello blanco. Maras y pandillas son la mano de obra del crimen organizado, no su cuartel general. Todo el negocio del narcotráfico converge en dinero, en “cash”. Y si como no es probable que lo guarden en el colchón, necesariamente tiene que ser canalizado a través de las instituciones financieras, lo que se conoce como “lavado”. Lo que significa que una estrategia vencedora contra el crimen organizado, tiene en primer lugar que hacerse de los instrumentos legales que le permitan poner en práctica un control minucioso de las operaciones bancarias y financieras en el país, y poder seguirle la pista a los movimientos de capitales. Cae por su propio peso que tiene que ser una política coordinada internacionalmente, en primer lugar con los países centroamericanos, México, los Estados Unidos y Europa.

Todos los presidentes de ARENA han implementado políticas que han favorecido planes y objetivos del crimen organizado. Desde Cristiani con la privatización de los bancos, dejados a la libre, sin frenos legales que pudiesen obstaculizar el lavado, hasta la “curiosa” idea de Flores de dolarizar el país, han sido maná para los carteles de la droga. Pero de entre todos ellos, el que más se ha identificado con los deseos de los carteles, ha sido Flores con la dolarización, y nos preguntamos hasta que punto, por codicia de clase o por consciente complicidad. Cocaína y Heroína = dólar. De manera que para atacar el cuartel general del narcotráfico, no se necesita el Ejercito Nacional, sino un batallón de técnicos contables, auditores, técnicos financieros y bancarios que puedan echar luz sobre las operaciones financieras de los últimos 20 años.

El centro de operaciones, el liderazgo de la estrategia ofensiva, no la debe llevar el Ministerio de Defensa, como pretende el Valmte Palacios Luna, tratando de mantener activo el coqueteo entre derecha y Fuerzas Armadas, relanzar la maniobra diversiva “mano dura” y apartar los ojos del crimen financiero. La estrategia ofensiva debe ser llevada en forma coordinada por las instituciones del Estado con competencia fiscal, financiera y bancaria. Por un lado controlar los movimientos de capitales y al mismo tiempo ver si los bancos, y sus clientes, han efectivamente declarado los impuestos debidos, y por el otro, a nivel general, controlar el enriquecimiento ilícito. Los carteles mexicanos, colombianos, peruanos, venezolanos, etc. utilizan el sistema bancario para el lavado e inversiones que justifiquen la existencia de “beneficios”. En este sentido, lo importante es auditar el movimiento de capitales: procedencia y destino.

Para deshacer la local red actual del transporte, es necesario que los residentes en el país, o las sociedades, justifiquen los patrimonios, su procedencia, enriquecimiento vertiginoso de los últimos años, la acumulación de bienes y raíces, las inversiones en proyectos costeros y fronterizos, etc.

Se considera que El Salvador es un puente para transporte de la droga. Según el “International Narcotics control Stretegic Report” del Departamento de Estado de los Estados Unidos, se estima que en el 2009 pasaron por el país, sin contar la heroína, 400 toneladas de cocaína. Este, más el lavado es el verdadero negocio. Utilizar a las maras para el comercio local, desatar un clima de violencia, elevar la tasa de homicidios a niveles de récord mundial, obedece a la estrategia de debilitar el Estado, transformar su (de los narcos) poderío económico en poderío político, al mismo tiempo que es maniobra para desviar la atención del crimen financiero. Esto último verdadero objetivo y razón de ser del narcotráfico

Hasta la fecha, la ofensiva efectiva contra las mafias y carteles se ha llevado a cabo investigando finanzas, economía y declaraciones de impuestos. Por ejemplo, los golpes más duros contra la mafia italiana le fueron dados por el juez instructor Falconi siguiéndole la pista a las finanzas, economía y patrimonios, hasta que la mafia, arrinconada, lo asesinó en un atentado y luego mandó a Berlusconi, el actual “Presidente del Consiglio” a ser jefe del gobierno italiano. En un sistema partidocrático, no es difícil para las diferentes mafias controlan regiones enteras de votantes. Gerentes y abogados de las Sociedades de Berlusconi han sido llevados ante los tribunales por corrupción o complicidad con la mafia. Berlusconi se salva mediante una serie de leyes hechas a su medida para protegerse bajo la coraza de la inmunidad parlamentaria.

Es claro que realizar una ofensiva contra el crimen financiero y el transporte que alimenta los patrimonios locales, necesita un instrumental jurídico, reformas en el sistema judicial, recursos humanos entrenados y una Asamblea Legislativa dispuesta a proveer el sistema normativo (derecho positivo) que se necesita. Lo cual nos lanza una sombra de pesimismo, pues hasta la fecha, la derecha no se ha mostrado muy interesada en apoyar las reformas necesarias, y el ala progresista de la misma, no cuenta con suficiente fuerza para lograrlo.

¿De dónde, cómo y por dónde, nacen o se encumbran en los últimos decenios, algunas de las riquezas privadas de El Salvador? Es ahí donde se encuentra el verdadero frente de la guerra contra el narcotráfico. ¿Pueden justificarse esas riquezas, o hay enriquecimiento ilícito, y en caso de que puedan justificar los beneficios, hay consonancia con los impuestos pagados o debidos?

Si el Estado de El Salvador está en condiciones de atacar el cuartel general del crimen organizado, sus finanzas y la corrupción que de ella se desprende, entonces tiene posibilidad de victoria. En caso contrario, si le falta capacidad, voluntad y medios, al menos tengan la decencia de no venirnos con el cuento que la “mano dura” va a resolver el problema. Lograrán solamente ofender la inteligencia de los salvadoreños honestos y serán responsables de abandonar el país a que se ahogue en el pantano de la corrupción y la violencia.

LA BANALIDAD DEL POPULISMO

La gobernabilidad se le está saliendo de las manos al presidente. La sociedad no había estado tan dividida en los últimos veinte años.

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*por Manuel Enrique Hinds para EDH

El tiempo va pasando y no sucede nada en la administración del presidente Mauricio Funes. El gobierno cada vez tiene menos peso específico, su impacto sobre lo que acontece en el país es cada vez menor, lo que el presidente y sus asociados hablan se va desvaneciendo progresivamente en la total irrelevancia.

Los gestos dramáticos del presidente (como regañar a su vicepresidente, a sus ministros y al FMLN, o el vetar leyes sin ninguna razón coherente), que al principio parecían símbolos de la filosofía que el gobierno iba a aplicar en el manejo del país, se han quedado como eso, como puros gestos, mates orientados a dar la impresión de que el gobierno tiene ideas muy claras de lo que quiere hacer cuando no tiene ninguna.

En realidad los factores comunes que han caracterizado las acciones del gobierno en los meses desde que fue electo, son la banalidad de declaraciones de principios que nunca se aplican, los juegos de palabras que no tienen sentido alguno en la realidad de los ciudadanos comunes, los pleitos bizantinos entre las dos partes que parieron al gobierno, los mates que no tienen efecto sobre la vida de los ciudadanos. En medio de estas operetas, el presidente y su gobierno se divorcian cada vez más de la realidad.

Este divorcio es la consecuencia lógica del concepto populista que ha capturado nuestro país: la idea de que lo que importa en política son las apariencias y no las realidades, las imágenes y no los hechos. Esta idea nos está llevando de mal en peor. Un gobierno inoperante, basado en gestos, fotografías y palabras y no en acciones es siempre malo para un país. Es trágico cuando el país está en una situación de marcado deterioro en prácticamente todas las dimensiones de la vida de la sociedad, que es el caso en El Salvador.

Los problemas peores los tenemos en el área de seguridad. El crimen se extiende con cada vez mayor rapidez en todos los círculos del país. La iniciativa en la lucha contra el crimen la tienen los criminales. El gobierno no logra responder ni siquiera en una pequeña minoría de los casos. Si alguna contribución ha hecho, ésta ha sido negativa: expulsar de la policía y del Organismo de Inteligencia del Estado al personal calificado, para reemplazarlo con personas cuyas únicas calificaciones son pertenecer al FMLN y estar dispuestas a llevar adelante a cualquier costo los objetivos políticos de éste.

Igualmente negativa era la intención del presidente Funes de evitar a través del veto el aumento a las penas en casos de criminales juveniles, que se han convertido en una plaga en el país, intención que no logró realizar porque la Asamblea estaba clara de que en este tema el pueblo no quiere gestos vacíos sino castigos para los criminales.

Igualmente depresivo es el ambiente económico, que cada día está más decaído, produciendo menos y dando menos empleos. Como en el tema de la violencia, el gobierno ha vertido muchas palabras en este tema. Pero lo único que ha hecho es deprimir más el consumo y la inversión con la sensación de inseguridad que transmite a todo el mundo. A casi un año de haber tomado el poder el gobierno no ha podido producir un programa de gobierno razonable. La Reforma Tributaria de fines del 2001 no ha recaudado más impuestos, pero sí ha complicado y encarecido las operaciones de las empresas, principalmente las pequeñas, volviendo más difícil la recuperación económica.

La situación es similar en salud, en donde las plagas nos están dominando de una manera cada vez peor. Esto era lo que podía esperarse después de que el gobierno del FMLN despidió a los expertos en plagas para sustituirlos con fieles servidores del FMLN, que han mostrado que de plagas no saben nada. Los hospitales están sin medicinas, las colas de la gente para curarse son cada vez más largas, la salud de la ciudadanía está cada vez más deteriorada.

Y la gobernabilidad se le está saliendo de las manos al presidente. La sociedad no había estado tan dividida en los últimos veinte años.

Es esta realidad tan dura la que vuelve banales los gestos dramáticos del presidente y trágica la falta de capacidad para gerenciar la cosa pública que evidencia su gobierno. El peligro más grande es que nos acostumbremos a esto, que pensemos que esto es lo usual, que confundamos la mediocridad con la normalidad y que buscando un falso equilibrio pensemos que lo mejor es no hacer olas en medio del naufragio.

No debemos acostumbrarnos porque mientras el gobierno se dedica a los gestos y las banales grandilocuencias, la criminalidad avanza, las plagas matan y causan sufrimientos a miles de personas, la economía está cada vez peor, el desempleo cada vez mayor, la política cada vez más caótica. Como ciudadanos debemos manifestarnos y exigir diariamente que el gobierno cumpla con sus obligaciones más primarias.

CASTIGO A LOS ASESINOS DE MONSEÑOR

La evidencia no viene de los viejos Demócratacristianos, ni del FMLN, viene de un investigador estadounidense independiente que no tiene conexiones políticas con el escenario salvadoreño. Ojalá que la minimizada presencia de ARENA en el escenario nacional permita finalmente una discusión del caso sin el usual maniobreo político de acusaciones.

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*por Matt Eisenbrandt, autor del próximo libro "Asesinato de un Santo", para El Faro

Después de treinta años, es tiempo para todos los salvadoreños y aquellos norteamericanos que escogieron mirar para otro lado en reconocer que Roberto D’Aubuisson y su escuadrón de la muerte fueron los autores del asesinato de Mons. Oscar Romero. D’Aubuisson murió hace muchos años pero algunos de sus cómplices todavía viven en plena libertad. Ellos deben ser juzgados y el gobierno de El Salvador debe realizar de una vez por todas un examen completo del crimen.

Como uno de los abogados norteamericanos que llevó a juicio al co-conspirador de D’Aubuisson, Álvaro Saravia, puedo decir que las evidencias de tal investigación, tanto como mi continua investigación en el próximo libro, confirman la participación de D’Aubuisson. Aunque su partido ya no es la fuerza política en El Salvador, existe aun la necesidad de clarificar la culpabilidad del fundador de ARENA y sus asociados.

Durante la investigación de Saravia, nuestro grupo se reunió con tres miembros de nivel operativo del escuadrón de la muerte de D’Aubuisson. Cada uno describió los actos violentos en los que participó el grupo; dos de ellos también admitieron su participación en el asesinato de Mons. Romero; mientras que el otro confirmó la participación del escuadrón. Otro declarante nos contó de haber escuchado conversaciones en las que D’Aubuisson habló sobre el operativo contra Mons. Romero antes de su ejecución. Varios contactos nos informaron de sus conversaciones con un reconocido miembro del círculo de D’Aubuisson quien reveló los detalles de la conspiración.

Saravia y su motorista Amado Garay han dado su testimonio acerca del asesinato. Garay lo hizo en 1987 y otra vez en el juicio en el 2004; Saravia lo hizo frente a la Comisión de la Verdad de las Naciones Unidas en 1993. Ahora Saravia ha revelado detalles importantes a El Faro. Además, el ex-coronel Roberto Santivañez, quien trabajó por un tiempo con D’Aubuisson en asuntos de inteligencia, proveyó ampliamente los detalles sobre el asesinato a periodistas, el congreso norteamericano y uno de nuestros contactos.

La credibilidad de algunos de los declarantes, particularmente Garay y Santivañez, ha sido cuestionado a través de los años. Mientras muchos han criticado, con alguna justificación, que el señalamiento de D’Aubuisson por parte de Garay, fue solo una táctica política orquestada por los rivales de ARENA, eso no explica el testimonio de Garay en el juicio de Fresno. Para cuando Garay testificó en el 2004, D’Aubuisson tenía más de diez años de muerto. En cualquier caso, los puntos claves son confirmados por otros.

Hay también documentos como evidencia. Varios cablegramas de los Estados Unidos muestran que un guardia nacional anónimo, cuyo nombre ha sido ya confirmado, habló con un oficial estadounidense acerca del plan, liderado por D’Aubuisson, para asesinar a Romero. Otro reporte estadounidense relata una confesión hecha por un asociado diferente de D’Aubuisson. Documentos recuperados del grupo de D’Aubuisson corroboran que mucha de la gente implicada era parte del círculo intimo del ex-mayor.

Cada pieza de evidencia en aislamiento es imperfecta; sin embargo, tomando todo junto, esos numerosos recursos muestran sin lugar a dudas, que D’Aubuisson comandó un grupo paramilitar que perpetró violencia y asesinatos, es decir, un escuadrón de la muerte. Ellos demostraron que D’Aubuisson, por lo menos, sabía con anticipación del asesinato de Mons. Romero y casi con certeza que fue él quien ordenó que se ejecutara. Sin ninguna duda, los miembros de su grupo fueron los ejecutores.

También sabemos que D’Aubuisson recibió fondos de ciertos civiles salvadoreños. El objetivo del financiamiento para el asesinato de Romero debe de ser examinado más rigurosamente.

Esta evidencia no viene de los viejos Demócratacristianos, ni del FMLN, viene de un investigador estadounidense independiente que no tiene conexiones políticas con el escenario salvadoreño. Ojalá que la minimizada presencia de ARENA en el escenario nacional permita finalmente una discusión del caso sin el usual maniobreo político de acusaciones.

Aunque el disparo ocurrió hace tres décadas, la memoria está aún fresca para los salvadoreños. La impunidad de uno de los más notorios asesinatos es una vieja herida que se mantiene abierta. En este 30 aniversario, deberíamos responsabilizar claramente a D’Aubuisson y su grupo, y hacer un llamado al gobierno salvadoreño para que conduzca una eficaz y honesta investigación. Mons. Romero ciertamente lo merece.

RECONOCER LOS CRIMENES NO BASTA. ¡PEDIR PERDON NO ABSUELVE!

Justamente porque hasta hoy perdura la negación de justicia, no podemos equivocarnos en la interpretación del acto simbólico que se realizó en el décimo octavo aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz. La cuestión de la justicia se vuelve de actualidad. Reconocer los crímenes no basta. Pedir perdón no absuelve.

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*por Carlos Abrego para el blog El Trompudo

Pedir perdón es un acto de contricción, es un enunciado que se dirige al ofendido, a la víctima. En el ámbito privado este enunciado espera respuesta. La respuesta puede ser “acepto tu pedido de perdón y te lo otorgo”. Llega la reconciliación. Pero a este pedido puede seguir un silencio pesado y luego llega la negativa de perdón. En el ámbito privado esto conduce a la separación, es el caso, por ejemplo, de los divorcios. El que ha ofendido, el que ha faltado no puede darle a su pedido de perdón el carácter de performativo. ¿Qué significa esto? Un enunciado performativo es aquel con el cual el que enuncia realiza el hecho mismo a través de sus palabras. Por ejemplo, “doy por abierta esta reunión”, “te bautizo”, “te prometo”, etc. El que pide perdón no puede imponerlo, pues entonces ya no es un pedido. Considerar que este pedimiento de perdón concluye el acto es una manera abusiva de interpretar el contenido de lo que se ha enunciado.

El presidente de El Salvador, Mauricio Funes, ha pedido perdón, en su función de máxima autoridad del Estado, en nombre del Estado mismo. Lo pidió ante las víctimas, los familiares y amigos de las víctimas. Dijo : “Pido perdón por ese magnicidio perpetrado hace 30 años, pido perdón a la familia de Romero, mis más sinceras condolencias, también al pueblo salvadoreños que fue, es y será la gran familia de Monseñor Romero, así como a las miles de familias que fueron dañadas por este tipo de violencia inaceptable”.. Muy bien, pero la respuesta a este pedido, quién puede dársela? Quién puede atreverse a hablar en nombre de los niños masacrados, en nombre de los ancianos asesinados, en nombre de las mujeres violadas y asesinadas y en nombre del propio Msr. Romero?

Crímenes contra la humanidad

Esto significa que el acto ha tenido y sólo puede tener un significado simbólico. Pero qué es lo que simboliza? En esto las interpretaciones pueden divergir. Estas divergencias se manifestaron inmediatamente, pues el acto fue sobre todo político. El presidente ha dicho lo que todos sabíamos, lo que todos sabemos: “Reconozco que agentes entonces pertenecientes a organismos del Estado, entre ellos las Fuerzas Armadas y los Cuerpos de Seguridad Pública, así como otras organizaciones paraestatales cometieron graves violaciones a los derechos humanos y abusos de poder, realizaron un uso ilegítimo de la violencia, quebrantaron el orden constitucional y violentaron normas básicas de la convivencia pacífica. Entre los crímenes cometidos se cuentan masacres, ejecuciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas, abusos sexuales, privaciones arbitrarias de libertad y diferentes actos de represión. Todos estos abusos fueron ejecutados, en su mayoría, contra civiles indefensos ajenos al conflicto”.

Tal vez lo que se ha logrado con este acto, es que con el reconocimiento de estos crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, se admita asimismo, por parte del Estado y por primera vez, como efectivamente ocurridos. El presidente ha enunciado también su iligitimidad. Ambas cosas son de suma importancia. No obstante, repito, son actos eminentemente políticos. La negación de justicia que ha perdurado todo este tiempo, puede comenzar a retroceder. Ha retrocedido un paso pues hasta ahora los representantes del Estado nunca reconocieron la efectividad de esos crímenes. Es decir, los hombres políticos de la derecha -que han asumido el poder político hasta hoy- no reconocían como crímenes, ni como actos ilegítimos la barbarie de la que fue víctima la nación salvadoreña.

La polémica que este reconocimiento ha suscitado se ha centrado en otro terreno, se cuestiona el derecho del presidente Funes a pedir perdón en nombre del Estado. Al mismo tiempo, al cuestionar este derecho se persiste en negar la evidencia de los hechos y su ilegitimidad.

La justicia tiene que volverse efectiva

Justamente porque hasta hoy perdura la negación de justicia, no podemos equivocarnos en la interpretación del acto simbólico que se realizó en el décimo octavo aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz. La cuestión de la justicia se vuelve de actualidad. Reconocer los crímenes no basta. Pedir perdón no absuelve.

Las comisiones sobre las que habló el presidente no pueden remplazar a la justicia, al establecimiento de la verdad, a la verdadera reparación moral, a la real dignificación de las víctimas. No entro en el detalle de su composición y sus fines. Creo que el rector de la UCA, José M. Tojeira, en un artículo aparecido en el Co-Latino hace algunas semanas, ha hecho al respecto señalamientos pertinentes que comparto.

El presidente Funes pretende pedir perdón en nombre del Estado. Muy bien. Lo pide también en nombre de la Asamblea? Lo pide en nombre de los órganos judiciales? No estoy buscándole la quinta pata al gato. El presidente cuando se trata de la ignominiosa ley de Amnistía, limita la extensión de su poder al Ejecutivo, declinando la responsabilidad de esto a los otros poderes. Levanto esta incoherencia no por afán polémico, porque existe otro aspecto político subyacente y no enunciado cabalmente. El presidente Funes no puede pensar en ningún momento en que todo el Estado ha quedado lavado de toda culpa.

Los salvadoreños lo hemos escuchado. Pero eso no significa que hemos asistido a un acto de exorcismo colectivo. La República tiene sus órganos que fallaron durante años a sus obligaciones, que cometieron delitos y crímenes, que siguen sin cumplir hasta hoy con su deber. Y en esto incluyo, a pesar del perdón pedido, al Ejecutivo.

Ahora se trata realmente de dignificar a las víctimas dentro del cuadro de la legalidad republicana. Los crímenes no pueden quedar impunes. Ningún crimen, sobre todo los que se cometieron durante la guerra, que perfectamente pueden ser catalogados como crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. Es decir que son imprescriptibles.

Realmente no entiendo aquellos que frente a estos crímenes piden, reclaman, exigen cierta tolerancia. La justicia salvadoreña tiene que volverse efectiva.

La derecha no pide perdón

No podemos quedarnos conformes con un primer paso, para que las cosas sean completas hay que llegar hasta la última página, sólo entonces podemos cerrar este doloroso capítulo de nuestra historia. Exigir que la ley de amnistía sea derogada, que se erijan los tribunales necesarios y que se imparta justicia, no puede ser considerado como un acto de sembrar cizaña o venganza en la sociedad salvadoreña, tal y como Funes lo ha repetido.

El presidente nos habla insistentemente de "unidad nacional". Nos habla, incluso, de que somos todos hermanos y hermanas. Vaya, qué cosa! Resulta que el presidente nos hermana de un jalón con todos aquellos que no quieren reconocer que hubo crímenes en El Salvador, que piensan que los cometieron con todo derecho, que sus criminales acciones eran "en defensa de la libertad y en beneficio del país". Porque la actitud de la derecha, lo que ha expresado en sus declaraciones, no significa otra cosa. La derecha tiene sus órganos de prensa y de difusión radial y televisiva; en esos medios, hasta hoy, se ha defendido que el Ejército y todos los órganos represivos "defendían la libertad y los valores occidentales". La derecha, toda la derecha, se ofusca ahora porque el presidente ha enumerado los crímenes cometidos y los ha declarado como efectivamente ocurridos.

La actitud de la derecha durante todos estos años, su reacción actual, no sólamente refuta la posible existencia de la “unidad nacional”, sino que confirma que no se arrepiente, que ella no pedirá perdón, que no lo desea, que no puede reconocer como crímenes contra la humanidad todas las fechorías que perpetraron durante la guerra. Es ese el significado de la reacción de la derecha.

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