¡UNETE YA!

24 mar 2010

GUIA ESPIRITUAL DE LA NACION

Ojalá que de verdad Monseñor Romero se convirtiera en el faro que dirigiera los destinos de nuestro pueblo. Los pobres no necesitan discursos. Necesitan acción, eficacia y eficiencia.

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*por Juan A. Valiente para EDH

El Presidente Funes reclama para su gobierno y para el país la guía espiritual de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Con ocasión del aniversario de su asesinato y sin pretender conocerlo como para intuir sus consejos al Presidente, creo importante reflexionar sobre lo que hizo a Monseñor mártir y cómo su opción de vida iluminaría los actos del actual gobierno.

Monseñor hubiera esperado que el gobierno se concentrara en los pobres. La opción preferencial por los pobres de la Iglesia, como concluyera la Asamblea de Puebla, tiene "como objetivo el anuncio de Cristo salvador que los ilumine sobre su dignidad, los ayude en sus esfuerzos de liberación de todas las carencias y los lleve a la comunión con el Padre y los hermanos, mediante la vivencia de la pobreza evangélica".

Un gobierno restaura la dignidad de los pobres al convertirlos en el centro del actuar del gobierno. Los pobres deben ser los que den coherencia y sentido a sus políticas públicas, compensando años de abandono y de exclusión. Los pobres deben sentirse reconocidos en su dignidad de personas y de hijos de Dios. Y dado que dignificar a unos no significa envilecer o degradar a otros, el proceso de dignificación de los pobres asume la construcción de una comunidad más sana e integrada.

Un gobierno les ayuda en sus esfuerzos de liberación de todas las carencias al lograr que los pobres tengan una vida digna. Todos tenemos derecho a una vida donde tengamos acceso a trabajo adecuadamente remunerado, seguridad social, vida familiar, servicios básicos, vivienda, salud, educación y cultura. Todos estos derechos están plasmados en tratados como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, adoptado por las Naciones Unidas en 1966 y ratificado por el país en 1979.

Requeriría un pacto y una política fiscal que no fueran regresivos y acentuaran las diferencias, en lugar de disminuirlas. La inversión social del gobierno debe contribuir a lograr una mejor distribución de la riqueza del país y permitir que los beneficios lleguen a las mayorías pobres. Pero no se debe concentrar la discusión únicamente en los ingresos como repetidamente lo está haciendo este gobierno. El pacto debe vigilar los ingresos y los gastos. Tenemos derecho a decidir conjuntamente el país que debemos continuar construyendo.

No es tarea fácil, por lo que se necesita de los mejores hombres y mujeres que nuestro país tiene. El Presidente Funes ha hablado de su gobierno como el gran impulsador de la inclusión social y, por definición, entonces no puede haber exclusión de ningún tipo.

El desarrollo económico liderado por la empresa privada sería ahora incluso más necesario. El gobierno debe con transparencia establecer el marco del funcionamiento empresarial. Las inversiones privadas necesitan seguridad jurídica y visión de largo plazo, especialmente las que pueden ayudar a convertirnos en la fábrica de empleos prometida por el Presidente.

Gobernar para los pobres no se logra con políticas públicas desintegradas y con prácticas autoritarias que en nada se parecen a la humildad de Monseñor Romero. Requiere un plan de gobierno consensuado. Requiere un equipo de gobierno integrado. Requiere liderar la nación con el Espíritu de Dios.

Y hay que aprender que por muy buenas intenciones que se tengan no alcanzará para todo. Gobernar también requiere tomar decisiones y asumir los costos de oportunidad. El Presidente por ejemplo decidió comprar uniformes para los estudiantes y no sólo desenfocó la labor del MINED por varios meses, sino que invirtió recursos preciados, especialmente en estos días que no hay recursos, ni plan, ni política clara para hacer frente a la delincuencia.

Ojalá que de verdad Monseñor Romero se convirtiera en el faro que dirigiera los destinos de nuestro pueblo. Todavía el Presidente Funes puede lograrlo integrando mejor el equipo de gobierno, no sólo con claridad de propósito, sino con capacidad. Los pobres no necesitan discursos. Necesitan acción, eficacia y eficiencia.

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