Imitadores históricos de lo norteamericano, de lo chino, de lo español y mexicano, todo lo hacemos “hechizo”, lo hacemos “pacota” a como salga, al fin que es para indios. Como decía un sastre que veía fallas serias en el pantalón “¡ay se va!”; “otro día lo haré bien”, son nuestros lemas.
*tomado del blog El-Salvador
Los medios de publicidad hablan de “más burocracia en el gobierno”, de “privilegios” y de “transparencia sin transparencia”, pues “aún no se rinde cuentas y retrasa la aprobación de la ley de transparencia y acceso a la información”. Desde luego, debe analizarse a profundidad la campaña mediática, los objetivos perseguidos y el trasfondo del asunto. Los grupos oligárquicos a pesar de que “sus inversiones” y sus “negocios” y “arreglos financieros” locales e internacionales, no corren ningún peligro, siempre mantienen el dedo en el renglón y advierten sobre “el peligro que afronta la democracia y las libertades con un partido como el FMLN”.
Políticamente pensamos que todo quinquenio por venir, sobre todo con una corriente de pensamiento supuestamente distinta, sería mejor que los pasados. Creemos en la Divina Providencia con los colores azul y blanco, en la sonoridad y contenido de nuestro Himno Nacional, en la sustancia de la Constitución, en los Códigos Penal, Procesal Penal, el de Familia y en la Ley del Menor Infractor. Suponemos que “el cargo hace al hombre” y no a la inversa. Con todo, después de diez meses de estrenado el nuevo régimen, nos asombramos con hechos y circunstancias lamentables, tristes, penosas.
No podemos, por ejemplo, aplaudir el apoyo irrestricto que se brinda a las transnacionales de la telefonía fija y celular, a los fabricantes y grandes importadores de medicamentos éticos y genéricos, la protección incalificable a los agentes y responsables de actos de corrupción cometidos contra el pueblo salvadoreño, casos que en su oportunidad hemos documentado seriamente; el ceder a la presión de los “grandes” empresarios para no aumentar el impuesto a las bebidas alcohólicas, sobre todo a la cerveza, el permitir que funcionarios areneros sigan copando altos y estratégicos cargos en el gobierno, el aceptar compromisos de política exterior para “complacer” a los Estados Unidos. Y podíamos seguir con la letanía y lista interminable de tantos casos que con toda razón preocupan a los que votaron por el cambio y la esperanza.
Hay algunas señales de intentar corregir, de enmendar la plana. La destitución del Viceministro de Turismo, Mauricio Oñate, para el caso, es una medida de sana administración, pues se trata de un militante confeso de Arena y una persona intrigante, que precisamente conspiraba para crearle problemas al actual Ministro de Turismo, José Napoleón Duarte h. y de paso quedarse con el puesto; pero hay otros siniestros personajes, como el incapaz Edgar Mejía, arenero rematado, funcionario de todos los gobiernos anteriores de este partido, que se mantiene como Presidente del Instituto Salvadoreño de Fomento Cooperativo (INSAFOCOP). También hay muchas plazas más en los Ministerios de Obras Públicas, Gobernación, Justicia y Seguridad Pública, Salud Pública y el Seguro Social, muchas de ellas de gerentes y asesores, que no han sido “tocadas” porque hay fuerzas poderosas que interceden por ellos.
¿Cómo puede la población estar tranquila, si únicamente se procede a eliminar a una o dos personas, pues cuando llegan a hacer determinadas diligencias a uno u otro Ministerio u oficina pública se encuentran con las mismas caras e iguales nombres? Con todo seguimos creyendo en las “inauguraciones” de obras que endulzan el paladar de la gente; en tímidas entregas de títulos de propiedad de parcelas, sin acometer el fondo de la problemática agraria, con toda esa repulsiva tenencia de la tierra y todavía ofensivas extensiones de tierras que al final terminarán siendo lotificadas; en proyectos elaborados para continuarlos en 15 años más, entre ellos Centrales Hidroeléctricas, carreteras, puertos y aeropuertos; en frases abstractas que nosotros vemos concretas, en honradeces que no coteja la Ley de Responsabilidades o de Ética Gubernamental; en eficacias juveniles inexistentes y solamente suponibles “porque la juventud lo puede todo”. Una calva y una barba de viejos nos dan idea de experiencia. Una placa de diputado, superioridad; un título de licenciado o de doctor, preparación.
Amamos el símbolo, la ilusión, la sombra, el fantasma o la definición más que la realidad. Creemos cumplir santiguándonos o haciendo el saludo a la bandera o recitando la oración a la patria. Prendemos la vela al santo, hacemos la cruz del voto, llevamos la imagen de San Cristóbal en el carro; pero descuidamos las virtudes cívicas o religiosas y somos cafres conduciendo. Lo hemos visto con el trigésimo aniversario de la muerte de monseñor Romero, lo estamos viendo con la celebración de la Semana Santa. Lo mismo adulamos o criticamos al gobierno que nos sometemos alegres y optimistas al credo religioso. Como decía en su programa de televisión el comediante mexicano Héctor Lechuga. ¿Qué nos pasa?.
Somos llamarada de tuza, comienzo de todo, maestros de la nada y hacedores de “cualquier cosa”: los sabelotodo, los vende lo todo, los come lo todo, como escribe en el Poema de Amor, nuestro máximo poeta Roque Dalton. Construimos el puerto marítimo más moderno de Centro América y sus instalaciones se oxidan, se gastan miles de dólares en su mantenimiento diario, mientras se continúan haciendo proyectos, haciendo castillos en el aire y buscando operadores internacionales. Menos mal que el presidente de la CEPA, Guillermo Suárez recién acaba de decir que el Estado asumirá la responsabilidad de administrarlo. Esa obra como tantas otras, se ha ido por los tajos de la historia económica, con ella nuestra autenticidad en el trabajo, nuestra peculiar naturaleza. Imitadores históricos de lo norteamericano, de lo chino, de lo español y mexicano, todo lo hacemos “hechizo”, lo hacemos “pacota” a como salga, al fin que es para indios. Como decía un sastre que veía fallas serias en el pantalón “¡ay se va!”; “otro día lo haré bien”, son nuestros lemas.
El mismo titular de Gobernación confesó públicamente que un puesto de confianza en esa Secretaría de Estado, era ocupado ni más ni menos que por un hermano del “asesino sicópata”, Roberto D´Abuisson. ¿Cómo lo justificó? Explicando que “si el empleado cumple fielmente y con capacidad sus funciones, pues continuará en el puesto”. No hay derecho, sobre todo cuando por más de veinte años militantes del FMLN han tenido paciencia para esperar por una oportunidad de trabajo. Profesionales distinguidos, técnicos con estudios superiores, haciendo cola para ingresar al servicio en el Estado. Pero con esas muestras de “aprecio” y de “dignidad” al trabajo expresada por el señor Ministro de Gobernación, todos los areneros, y ratas del mismo piñal, pueden sentirse tranquilos, pues éste es un gobierno de la auténtica meritocracia.
En fin, porque nos hacemos tontos con las palabras. Con sólo decirlas ya suponemos que son realidad. Lo que queremos lo vemos cercano, pero muy poco o nada hacemos para atraparlo. Sobre todo cuando hay altos funcionarios velando el sueño del enemigo, del acérrimo rival político. Somos adoradores del mesianismo y de la profecía. Víctimas del pasado, queremos cambio de algo que no hemos consolidado. Nos morimos sin ser y lo único que hemos sido es flojos de la construcción de sí mismos; suplantadores de la realidad por la ficción y esperanzados perpetuos de que se nos dé, en el más allá, lo que en el más acá nos ha faltado. Sigamos creyendo en la palabra de la eternidad, de un mundo mejor, anunciado por pastores mercantilistas. Al fin y al cabo queda la esperanza, todavía no remota, de alcanzar el sueño americano.