La población quiere tener confianza en los que la conducen, y por eso les da el beneficio de la confianza. Esta es una actitud positiva de base por parte de la ciudadanía.
Han transcurrido ya 9 meses desde que entró en funciones la Administración presidencial actual, y a estas alturas es posible hacer valoraciones más concretas sobre el trabajo desarrollado y, especialmente, sobre las perspectivas reales del trabajo por hacer. Habría que partir, desde luego, de que las circunstancias imperantes en la realidad son muy complejas y en muchos sentidos críticas; y, por consiguiente, hay que poner más voluntad y fuerza integradora en el desenvolvimiento de la tarea que a todos nos compete. Hoy más que nunca es claro, y debe serlo para todos, que nadie es dueño de la verdad ni gestor exclusivo de la tarea de sacar al país adelante. La visión, la estrategia y la ejecución construidas en común ya no son optativas, sino imperativas. Por eso cualquier tipo de atrincheramiento, sea retórico, de intereses, de ideologías o de simple inercia se vuelve cada vez más irreal y contraproducente.
Como ya se sabe por experiencia reiterada, la ciudadanía viene, desde hace mucho tiempo, haciendo un distingo bien identificable a la hora de externar sus percepciones: generosidad con los gobernantes y realismo en lo que toca a dar juicios sobre los hechos de gobierno. El Presidente Funes continúa contando con una alta nota de confianza: el 7.1 que surge de la más reciente encuesta de LPG Datos lo demuestra. La población quiere tener confianza en los que la conducen, y por eso les da el beneficio de la confianza. Esta es una actitud positiva de base por parte de la ciudadanía.
Es muy importante que en el país, independientemente de las condiciones y vicisitudes, se propicie la atmósfera positiva; y ésta se consolida con un ejercicio crítico bien dosificado.
LA REALIDAD SIGUE CREANDO APREMIOS
Las expectativas favorables sobre la conducción presidencial no deben impedir que se valore lo que se percibe sobre los resultados ya visibles en el día a día. Tanto dichos resultados como dicha percepción deben ser, como función de buen gobierno, componentes básicos del trabajo en marcha. Es de resaltar que en los dos temas más sensibles del momento, que son la inseguridad y la problemática económica, la población muestra serias dudas sobre el trabajo realizado; y ese juicio ciudadano, que por supuesto es fluido porque las cosas cambian en la medida del desenvolvimiento de los hechos mismos y de la efectividad de los tratamientos aplicados, no debería crear reacciones autodefensivas, sino, por el contrario, generar más creatividad y más compromiso institucional de eficacia.
El ciudadano, como es natural, tiende a teñir su juicio con los colores de la realidad que vive, y esto debe ser un elemento a considerar siempre en el análisis de las mediciones de opinión. Por ejemplo, resulta bastante evidente que al preguntar sobre el rumbo del país es ya tradición que prevalezca la percepción de que es el incorrecto.
En realidad, en la ciudadanía lo que prevalece desde hace mucho es que no hay un trabajo suficientemente efectivo a su favor, y revertir dicha percepción no podrá lograrse con meros apoyos asistenciales: hay que ir cambiando de veras las condiciones existenciales en que se mueve gran parte de la población.
*opinión editorial LPG