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25 mar 2010

MONSEÑOR ROMERO FRENTE A LA NUEVA CLASE POLITICA Y JERARQUIA ECLESIASTICA SALVADOREÑA

Al contrario de nuestro Monseñor Romero, que se convirtió del Opus Dei al evangelio de los pobres, Mauricio Funes se convirtió del fiero periodista que atacaba el poder, al fiero Presidente que defiende los intereses de sus millonarios amigos y que lo hace además, usando el sagrado y popular nombre de Monseñor Romero.

catedral

*publicado por Las Crónicas

Los 30 años de la muerte, resurrección y vida de Monseñor Romero se han vuelto parte del comercio político local, que sienta las nuevas bases de su poder y reacomoda a su conveniencia la historia, incluido Monseñor Oscar Arnulfo Romero.

El triunfo electoral del pueblo salvadoreño el pasado 15 de marzo de 2009, se ha traducido en términos políticos en la búsqueda de un nuevo pacto del poder hegemónico local e internacional, que necesita de la credibilidad de las grandes masas populares para legitimar el nuevo status quo y sus reglas.

El Presidente Funes y su gabinete de gobierno, así como sus aliados, entre ellos la jerarquía de la Iglesia y una parte de la oligarquía salvadoreña, están utilizando la figura de Monseñor Romero para imponernos la descabellada idea de una reconciliación o nuevo pacto de paz, basada en los mismos pilares de los Acuerdos de Paz: reconciliación política entre las partes, impunidad y negación de los cambios estructurales.

Mauricio Funes cuenta para secundar su discurso, con el apoyo de la Jerarquía Católica, y en él apela un demagógico apego al discurso del Santo de América, utilizando hábil y veladamente la postura del mismo Frente, ambigua y sumisa, que soporta -a su conveniencia- que Funes retome la distancia que Monseñor ponía entre él y los dos grandes actores enfrentados de aquella época: FMLN y Oligarquía tradicional salvadoreña. Mauricio Funes sólo en eso tiene algún parecido con Monseñor Romero, quiere desmarcarse completamente de la vieja oligarquía y del FMLN o izquierda partidaria con algún tinte anti imperialista.

Lo que el Presidente no confiesa abiertamente, aunque sí con todos sus hechos, es que su interés es gobernar siempre con los Estados Unidos, la nueva oligarquía que él mismo está ayudando a recomponer el nuevo poder económico y social, así como la jerarquía de la Iglesia Católica Salvadoreña, a través de su principal aliado ideológico, la orden jesuita.

Es por ello que Funes no está interesado en perseguir la corrupción del pasado, tampoco la del presente a menos que se trate de funcionarios que no son de su agrado y en especial aquellos que militan en un ala del FMLN que no le es favorable. Es por ello también que el Presidente Funes aceptó dinero del millonario Nicolás Salume, durante su campaña y mantiene con él lazos indestructibles de confianza y reciprocidad. También por ello, Mauricio Funes no puede oponerse abiertamente a la construcción de presas, a los aumentos en las tarifas eléctricas, de agua y de teléfono, porque su gobierno responde a los intereses nacionales e internacionales de empresas que apoyaron su proyecto político de vida, es decir, sus cinco años de gobierno.

Mauricio Funes es la antítesis de Monseñor Romero. Al contrario de nuestro mártir Obispo, Funes fue considerado toda su vida, un hombre de izquierda, rebelde al poder, perseguido por su independencia de criterio, apegado a los temas sociales y en defensa de las grandes mayorías. Y al contrario también de nuestro Monseñor Romero, que se convirtió del Opus Dei al evangelio de los pobres; Mauricio Funes se convirtió del fiero periodista que atacaba el poder, al fiero Presidente que defiende los intereses de sus millonarios amigos y que lo hace además, usando el sagrado y popular nombre de Monseñor Romero.

La izquierda partidaria representada en el FMLN, su cúpula, no sólo se lo permite, sino que además lo acompaña en su denostados actos de mentira y de usurpación política del nombre y vida de Monseñor Romero. El FMLN es cómplice de esta perversidad y su silencio cómplice es además en aras de acarrear a su propio pozo agua, siempre en la lógica ganguera electoral. No hay respeto para el nombre de Oscar Arnulfo Romero. La izquierda del FMLN y su primer gobierno con Funes, se han encargado de ensuciar su memoria como nunca antes lo hubiéramos pensado.

Pero no sólo el FMLN es cómplice, también lo es la Iglesia y la Compañía de Jesús. La Jerarquía eclesiástica y los jesuitas han sido los pilares fundamentales para organizar sendos eventos multitudinarios, en supuestos homenajes a Monseñor Romero, que han servido de plataforma política al Presidente Mauricio Funes. El primero fue un concierto organizado por la Secretaría de Inclusión y la primera Dama, que fue una réplica casi calcada del Festival Verdad que año con año realiza la UCA, en donde las comunidades cristianas abarrotaron el anfiteatro de la Feria Internacional, donde el Presidente volvió a insistir en su desacato a toda cordura, que su gobierno está basado en las enseñanzas de Monseñor Romero.

Romero transformado por el pueblo, fue un pastor humilde, incapaz de alzarse por encima de los otros o despreciar el trato con las comunidades por hacerlo con los millonarios. ¿En qué podría parecerse el arrogante y alienado Mauricio Funes, al auténtico Monseñor Romero? Por más que él insista, ni en los lentes!

El segundo acto cómplice la Iglesia fue la utilización de la tradicional vigilia para Monseñor Romero, llevada a cabo con una marcha desde el Monumento al Salvador del Mundo hasta Catedral, donde además se desarrollan actos litúrgicos y culturales. Dicha vigilia fue el acto donde la curia jesuita y católica trataron de consumar su idea de nuevo pacto de impunidad, invitando además al edil capitalino, Norman Quijano, cuyo proceder en las últimas semanas, le hubieran merecido de Monseñor Romero todas las amonestaciones posibles. Quijano fue abucheado por la gente no sólo por pertenecer al partido ARENA, fundado por el asesino no confeso de Monseñor Romero, Mayor Roberto d’Aubuisson, sino que además ha desalojado vendedoras en las afueras de centros comerciales y reprimido protestas de las mismas por la fuerza.

El pueblo salvadoreño que ha acompañado estos actos, también ha sido cómplice del nuevo poder, se han prestado para politizar la imagen de nuestro santo, además de aceptar que el Presidente Funes, el FMLN y un parte de la Iglesia, mientan sobre la interpretación del mensaje de Monseñor y lo hagan sin pudor alguno, sin condenar nunca a sus asesinos, sin buscar la verdad y sin derogar la inmoral Ley de Amnistía. El pueblo ha sido utilizado, pero también ha permitido que lo utilicen.

Sobre los asesinos también se prepara una nueva versión de la historia. Un famoso periódico, cuyo financista principal es una familia de origen palestino, prepara un documental-entrevista con el único hombre implicado judicialmente en la muerte de Monseñor Romero, para intentar manipular de nuevo la verdad. La nueva realidad política, como explicaba anteriormente, urge de nuevos mitos y leyendas para facilitar el reacomodo de la nueva oligarquía y sus poderes fácticos, y la muerte, la gigantesca y brutal muerte de nuestro Santo es una montaña que debe ser matizada con nuevas mentiras para acallar las voces que exigimos verdad sobre este caso. Se deduce a priori, que las nuevas versiones sobre su asesinato vayan encaminadas a neutralizar de una buena vez por todas al segmento de la oligarquía y el partido ARENA que se busca acabar en esta nueva realidad, para ellos se mentirá un poco más y la verdad será contada de nuevo a medias, para salvar a unos y hundir a otros.

La UCA además ha disfrazado la realidad a los 30 años del magnicidio de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, al llamar al ciclo de debates sobre su vida, como 30 años de Martirio de Monseñor Romero, cuando el mismo Monseñor diría que no son de él sino del Pueblo Salvadoreño, que a 30 años de su asesinato continúa muriendo, sufriendo, siendo engañado, utilizado, ignorado en lo importante, perseguido en lo sin importancia… como él, como el mismo Romero, que se encarna en su pueblo, el que aún no termina de liberarse, el que ha caído en manos de falsos profetas y no encuentra todavía la luz que lo saque del terror y la ignorancia.

La Jerarquía Católica hace lo mismo y lo suyo, mantiene oculto a Monseñor en la cripta de Catedral, mientras en la Catedral misma ha borrado cualquier signo de él y de los otros mártires de la Iglesia Popular Salvadoreña. A pesar de hacer peregrinaciones y vigilias de Monseñor no son capaces de llevar una tan sola imagen suya, de fundamentar sus prédicas y evangelio en sus enseñanzas, de lo que se desprende el hecho que el pueblo salvadoreño – en su gran mayoría – desconozca quién fue en realidad Monseñor Romero. Las vendedoras y vendedores del Centro Histórico y mercados de pueblos aledaños y/o municipios no van a la vigilia y marchas de Monseñor Romero, no participan activamente como lo harían en los actos de Semana Santa o las fiestas patronales porque la Iglesia Católica no ha popularizado a Monseñor y se “lo ha dejado” a cierto sector que simpatiza con “la izquierda”, como parte de un boicot a su canonización.

Los actos de Funes y del FMLN tampoco ayudan a que Monseñor Romero sea canonizado, retrasan ese reconocimiento trascendental que obligaría a la Jerarquía Católica Salvadoreña a reconocerlo y promoverlo como tal. Entonces Monseñor Romero sería el santo más peligroso de nuestra Iglesia, el gran libertador que todavía esperamos.

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