Salvadoreños y ciudadanos de otros países hemos venido observando no sin alguna sorpresa cómo los partidos se conducen, cuando son de gobierno y cuando son de oposición. Cambian sus reglas a la conveniencia del momento. A veces con la bendición de sectores empresariales, intelectuales, militares y religiosos.
En una ocasión una señora, en un balneario, se escandalizaba a toda voz por la corrupción de los pescados (demócratas cristianos), a lo que yo le hice la siguiente pregunta, ¿y qué puede comentar de la corrupción de los areneros? Y –le agregué– ¿qué diferencia hay entre una y otra? Ella, con total desenfado, me contestó: “Hay una pequeña diferencia. Los areneros son mis muchachos, los pescados no lo son”.
En un suplemento de LA PRENSA GRÁFICA del domingo 7 de marzo de 2010, el caricaturista Kurt Westergaard, nos dice: “Esa frase que dice que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (parece que) tendría que ser a la inversa: el hombre creó a Dios a su imagen y semejanza”.
Hace un tiempo le pregunté a un sacerdote católico acerca de si estaban ellos preocupados de la deserción de católicos hacia otras denominaciones cristianas, a lo que él me contestó que sí les preocupaba eso, pero que les preocupaban más aun los que se quedaban diciendo que eran católicos, pero que eran “católicos a su manera”. Lo mismo podrían decir los religiosos de las demás confesiones.
Los mecanismos racionales dan para todos los gustos y, aun basados en el más riguroso método científico, del cual se ufanan los ilustrados y los académicos, se puede llegar, con su utilización, a mentiras de bulto.
No se trata de llegar a idealismos, ni a absolutismos morales, con la ayuda de las cuales se llegó en un pasado remoto al extremo de crear catálogos de virtudes y de pecados, con especificidades y sentencias exageradas y ridículas. Esto tampoco conduciría a algo sano y armonioso.
Pero, lo que estamos viendo no es nada sano ni aleccionador. Y después nos quejamos del descalabro de la juventud y de la falta de valores, pero pasando por alto el pésimo ejemplo que los adultos les estamos heredando con ese relativismo moral, el cual ha facilitado alianzas chocantes en función mayormente de la aritmética legislativa y de las próximas elecciones. ¿Pragmatismo?
En tal ambiente el poder se vuelve un objetivo per se y no un medio. En ese ambiente se sabotean principios y valores y después nos quejamos de sus ausencias, en los ambientes juveniles.
Un profesional que se sometió hace años a una elección de segundo grado me decía que en su vida volvería a exponerse de esa manera. Que en el proceso le violaron su vida privada e intimidades, ¡y para nada! Yo comenté esto con un ex presidente del Órgano Legislativo. Él me dijo que con la profundización de los mecanismos democráticos el criterio para las elecciones de segundo grado ya no era “capacidad” sino ”potabilidad”. En consecuencia, los candidatos con más probabilidades para optar a esos cargos eran los más potables a todos o casi todos los partidos. De ahí el proceso de selección.
Hemos observado otro fenómeno derivado, la mediocridad. Estamos viendo y aceptando esta evolución de los hechos y después nos quejamos de que las instituciones no funcionan. ¿Por qué tal resultado? Sencillamente porque los funcionarios así elegidos quieren quedar bien con todos sus electores (partidos) y entonces no hacen lo que les tocaría hacer dentro de las potestades que la ley les confiere.
Estas personas tienen que ser cuestionadas por el sistema mediático cuando no cumplen sus cometidos. Si no, vamos a la bancarrota social.
*Escrito por Roberto Mendoza Sol / Colaborador de LA PRENSA GRÁFICA