Al observar las discusiones sobre las diversas propuestas intelectuales para nuestra nación, parece que es más fácil llegar a Marte y pasar por la revolución de la historia, que encontrar una propuesta cultural de consenso al momento democrático que vivimos.
Leyendo algunos artículos sobre investigaciones de los años treinta en El Salvador, específicamente "Martínez masferreriano, 1933" del antropólogo Rafael Lara, me sorprendía encontrar la extraña cohesión que logró el general Maximiliano Hernández Martínez a partir del Golpe de Estado de 1931 con un conjunto de intelectuales que apoyaron su gestión, nombres de la talla de Salarrué, Mejía Vides, María Baratta, Francisco Gavidia, Grupo Masferrer y otros, coincidiendo en la visión cultural, histórica, teosófica y su realización personal de Libertad.
Si definimos la Cultura como un conjunto de interacción humana con su entorno, donde actúa la historia, no cabe duda que debió coincidir la política gubernamental del General Martínez, los intelectuales y la sociedad.
Casi 70 años después, el primer gobierno democrático del siglo XXI, no logra estructurar una cohesión entre amplios sectores del movimiento cultural, con fisuras visibles ante la opinión pública.
La cultura debe impulsar el mayor sentido de libertad ciudadana en democracia, promoviendo la autorrealización de las diversas ramas de creación, participación, etc, para impulsar la democracia en todos los niveles y teóricamente no debería de existir contradicción entre democracia, cultura, libertad e historia en este momento, pero la realidad nos demuestra otro panorama.
Cada administración gubernamental define el sentido de libertades y los compromisos sociales que se cumplirán con los sectores involucrados, de esta forma la cultura no es solo una entidad estatal, también involucra a fuerzas sociales, iglesias, sectores políticos, grupos ciudadanos que asumen su carácter participativo durante un quinquenio.
El Estado a fin de cuentas debe propiciar las libertades culturales, creativas, ciudadanas etc. con justicia social, favoreciendo las oportunidades individuales o de las diversas entidades, vertebrando la cohesión democrática y respetando la autonomía de grupos.
Es posible que cada entidad ciudadana posea una propuesta para el actual momento, pero ¿qué puede unir a la cultura nacional?, desde mi punto de vista una visión de nación en paz y democracia, una sociedad pluricultural y pluriétnica con: tolerancia, igualdad, legalidad, imparcialidad, libertades políticas, etc.
La pregunta inicial sigue vigente, ¿es posible la unión de intelectuales para apoyar una política cultural en democracia? o ¿solo la dictadura puede unir a los intelectuales en torno a valores autoritarios?
Es necesario fortalecer la democracia y los valores del sistema, en este punto se encuentran nuestros esfuerzos individuales junto a entidades que aspiran a consolidar este valioso momento.
La cultura nacional de perder este momento, no volverá a poseer otra oportunidad tan extraordinaria, quizás hasta la siguiente generación.
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