El mismo presidente Mauricio Funes ha aceptado con preocupación que el Estado salvadoreño está permeado por el crimen organizado y el narcotráfico; por lo tanto, a buen oidor pocas palabras: partidos políticos, fiscalía, policía, tribunales, empresarios, instituciones del gobierno, alcaldías, etc., están contaminados.
Aparte de la falta de entendimientos entre los diferentes sectores y los jaloneos del presidente Mauricio Funes con su mismo partido, el punto realmente crítico del estado actual en que se encuentra el país se llama inseguridad. La oportunidad de sentar las bases del cambio entonces está en grave riesgo.
Si bien una campaña frontal contra la delincuencia desde todos los ámbitos requiere, en primera instancia, del aporte económico de los empresarios (que se lamentan tanto del problema) también es importante la claridad discursiva de todos en sintonía con la urgencia de apostarle a la democratización de la sociedad.
Precisamente, esto último resulta ser la oportunidad que se abrió con la firma de los Acuerdos de Paz en 1992, en Chapultepec, México, pero que dos décadas después consideramos oportunidad fallida ante la incapacidad de la derecha política y empresarial de coadyuvar desde una postura patriótica con la construcción de una nueva sociedad.
Desde el espacio público constatamos que -aunque en muchos casos a medias verdades- no existe un tan solo integrante de la clase política que asuma el problema de la inseguridad como algo banal, muy al contrario se perfila como uno de los peores momentos en la historia contemporánea del país.
El mismo presidente Mauricio Funes ha aceptado con preocupación que el Estado salvadoreño está permeado por el crimen organizado y el narcotráfico; por lo tanto, a buen oidor pocas palabras: partidos políticos, fiscalía, policía, tribunales, empresarios, instituciones del gobierno, alcaldías, etc., están contaminados.
Otra cosa es asumir demencia ante esta grave situación que puede cerrar la puerta que se abrió para construir el sonado cambio que tanto necesitamos. El turno es de la izquierda ante la debacle de la derecha que no encuentra rumbo, pero la sociedad espera realmente el aporte de una izquierda coherente y tonificada.
De ahí que la izquierda, en especial la aglutinada en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), ya no puede extrañarse del gobierno en el que es partido oficial y, muy al contrario, mostrar su pertenencia. Su turno es para cinco años y va en camino de cumplir uno, el país amerita que realmente hagan gobierno.
El Salvador necesita una izquierda que desde su cúpula oriente a sus sectores, que movilice a sus sectores, mientras en sus bases que se asuma el compromiso verdadero con el cambio, que acompañen los procesos. El peor fracaso que se puede esperar en esta situación excepcional es que luego no quede otra que llorar sobre la leche derramada.
Opinión Editorial Raíces, Periodismo Alternativo: http://www.raices.com.sv/postura.php?id=260